CUENTOS ECOLOGICOS
1.
MADRE NATURALEZA
Madre naturaleza vivía feliz, se despertaba y el sol
resplandecía, el aire acariciaba toda clase de plantas, el ciclo de la
germinación se iniciaba con la ayuda del aire y algunos animales, las aves se
posaban sobre los árboles y fabricaban sus nidos.
Ella también tocaba las
nubes y producía la lluvia, los ríos seguían su cauce, la hierba en los campos
reverdecía, los cultivos daban su fruto, todo era armonía, todo seguía su curso
normal.
Hasta que un día el
desbastador apareció con su deseo de colonizar y poblar la tierra, con su afán de conseguir riquezas. Y empezó una ardua
labor de destrucción; taló los arboles cerca a los ríos, contaminó las aguas
con sus basuras, descubrió el petróleo y en su lucha de poder por las riquezas
del oro negro, lo vertió en las aguas sin piedad. Tanto daño sobre esta pobre
madre, traería fatales consecuencias.
Y una mañana el panorama
era desolador, el señor tiempo apareció cambiante, unos años fueron de muchas
lluvias; durante estos meses, los ríos crecieron y se salieron de sus cauces,
las inundaciones no se hicieron esperar, los cultivos se dañaron, los animales morían de
frío. Luego apareció la sequía, los ríos parecían hilos de agua, escaseaba este
líquido, la tierra se estaba volviendo estéril, los
peces, las plantas, los animales se estaban muriendo y los humanos empezaron a
padecer de extrañas enfermedades en la piel a causa del calentamiento global.
Se había desencadenado una guerra por el agua, todo
parecía un extenso desierto, donde reinaban las tierras áridas.
2. LA MAGIA DEL AGUA
La magia del agua es maravillosa.
Puedes encontrarla casi en cualquier cosa.
Puedes encontrarla casi en cualquier cosa.
Es calma en el lago y activa en el mar.
Marrón en el río, blanca en el glaciar.
Marrón en el río, blanca en el glaciar.
Cae desde el cielo en forma de gotas
y para esos días me pongo mis botas.
y para esos días me pongo mis botas.
Puede estar muy dura si está congelada o
ser la más rica si hago limonada.
ser la más rica si hago limonada.
Se aloja en las nubes, vive en nuestro cuerpo
y hasta en la heladera, en forma de hielo.
y hasta en la heladera, en forma de hielo.
Cae de la ducha o como granizo.
En forma de charco, la veo en el piso.
En forma de charco, la veo en el piso.
Su magia despliega de un modo increíble.
Sin ella la vida sería imposible.
Sin ella la vida sería imposible.
Y para que alcance por y para siempre,
hagamos de ella un uso prudente.
hagamos de ella un uso prudente.
Cada gota de agua, gorda o pequeñita
contiene esa magia inmensa, infinita.
contiene esa magia inmensa, infinita.
Fin
3. VAYACALOR
En el país de Vayacalor siempre,
siempre, lucía el sol.
Los habitantes de este pequeño país
sólo conocían la lluvia y el frío por lo que contaban en la televisión y por
los viajes que algunos hacían al vecino país de Menuda lluvia… y estaban hartos
de sol, hartos de calor, hartos de que el tiempo no cambiara nunca.
En el país de Menudalluvia, en
cambio, el cielo siempre era gris y llovía a diario: antes de desayunar, entre
el almuerzo y la comida, después de la merienda y a la hora de cenar. Los
habitantes de este país sólo conocían el sol por lo que contaban en la
televisión y por los viajes que algunos hacían al vecino país de Vayacalor… y
estaban hartos de nubes, hartos de lluvia, hartos de que el tiempo no cambiara
nunca.
Cierto día los habitantes de
Vayacalor decidieron reunirse para buscar una solución al asunto del clima y,
durante varios días, estuvieron pensando sin parar. Cuando ya estaban a punto
de rendirse, a alguien se le ocurrió proponer a los habitantes de Menudalluvia
un cambio de países. A otro alguien le pareció una idea genial y se lo contó a alguien
más.
Y de alguien en alguien, la idea
corrió por todo el país, cruzó la frontera y llegó al país de Menudalluvia
donde sus habitantes también estaban reunidos buscando una solución al asunto
del clima. A todos les parecía una idea tan fantástica enseguida se pusieron de
acuerdo y, sin más, decidieron intercambiarse los países. Así que, en un
pispas, los habitantes de Vayacalor se mudaron a Menudalluvia y los de
Menudalluvia se fueron a Vayacalor y todos tan contentos.
Pero ocurrió que, pasado un tiempo,
los antiguos habitantes de Menudalluvia estaban hartos del sol y los antiguos
habitantes de Vayacalor estaban hartos de la lluvia… y todo comenzó de nuevo:
se hizo otra reunión, se tuvo la misma idea y, en pocos días, se habían vuelto
a mudar todos otra vez… Y así estuvieron durante un tiempo yendo de un país al
otro, y del otro al uno, sin estar nunca contentos del todo.
Entonces, otro cierto día, se le
ocurrió a alguien -un alguien pequeñito porque estas cosas, no sé por qué,
siempre se le ocurren a alguien pequeñito- que quizás, tal vez, posiblemente,
lo mejor sería que los habitantes de Vayacalor hablaran con el sol y le
pidieran que, durante unos meses al año, se fuera de vacaciones a Menudalluvia
y que los habitantes de Menudalluvia hablaran con la lluvia y le pidieran que,
durante unos meses, se fuera de vacaciones a Vayacalor.
Y ese mismo alguien pequeñito de
Vayacalor fue a hablar con el sol.
Y otro alguien pequeñito de
Menudalluvia fue a hablar con la lluvia. Y tanto el sol como la lluvia se mostraron,
más que encantados, encantadísimos porque ellos también se aburrían de ver todo
el año las mismas caras y las mismas casas.
Desde entonces los habitantes de
Vayacalor y Menudalluvia no han vuelto a quejarse. El único problema era que,
con tanto cambio, ya no estaban seguros de en qué país vivían… pero esa
historia mejor la dejamos para otro cuento.
Fin
4. DEFENDIENDO
EL MEDIO AMBIENTE
Un arroyuelo corría por una zanja
llena de basura. De un lado y del otro de la zanja habían terrenos baldíos, y más allá de éstos, los
fondos de unas casas. Tenía aquel lugar más de una cuadra de largo. Algunas
malezas resistentes crecían entre la basura, y el agua del arroyuelo corría
turbia y lentamente debido a las inmundicias que la obstruían.
Néstor tenía que cumplir su servicio a la comunidad limpiando aquel lugar. Él
no era mala persona, pero se había juntado con gente que si lo era, y ahora
debía cumplir su condena, y ésta era limpiar aquel lugar junto a otros
condenados y voluntarios.
Ya en el terreno, el encargado del grupo les indicó algunas cosas mientras les repartían a todos una pica y varias bolsas:
- Bolsas de nylon, botellas plásticas y todo lo que sea de plástico lo colocan en una misma bolsa. Las latas van en otra, así como los papeles. ¿Entendieron? Listo, a trabajar muchachos.
Y empezaron la ardua tarea de limpiar el lugar. Néstor estaba enojado “Tener que limpiar toda esta inmundicia…”, pensaba, mas al rato se resignó. Pinchar objetos con la pica era bastante entretenido. Empezó a afinar su puntería, y pronto aquello se convirtió en un juego. Levantar las bolsas de nylon era bastante desagradable, pero como tenía guantes largos podía tolerarlo.
Cuando terminó la jornada en el lugar había mucho menos basura. El encargado lo felicitó diciéndole que había trabajado bien, y también lo hizo una muchacha que era voluntaria. En ese momento Néstor pensó que aquello no estaba nada mal, y desparramó una mirada por todo el terreno.
Durante la jornada siguiente trabajó con más ganas. El terreno ya empezaba a verse mucho mejor.
Limpiar el arroyuelo fue bastante engorroso, pero ver como el agua empezaba a fluir con más fuerza era gratificante.
Había llegado la primavera. Con el correr de los días el terreno se fue llenando de brotes verdes. Los restos contaminantes eran cada vez más escasos, y Néstor cada vez se entusiasmaba más. Él había ayudado a que aquella renovación fuera posible. Echaba largas miradas sobre la zona y se sentía bien.
Las primeras plantas en florecer fueron los dientes de león, y comenzaron a aparecer abejas, mariposas, y un día, luego de varias jornadas de lluvia intensa, en el arroyuelo nadaban unos pececitos. Y en aquel terreno hubo otra transformación, pues Néstor se convirtió en un férreo defensor del medio ambiente.
Ya en el terreno, el encargado del grupo les indicó algunas cosas mientras les repartían a todos una pica y varias bolsas:
- Bolsas de nylon, botellas plásticas y todo lo que sea de plástico lo colocan en una misma bolsa. Las latas van en otra, así como los papeles. ¿Entendieron? Listo, a trabajar muchachos.
Y empezaron la ardua tarea de limpiar el lugar. Néstor estaba enojado “Tener que limpiar toda esta inmundicia…”, pensaba, mas al rato se resignó. Pinchar objetos con la pica era bastante entretenido. Empezó a afinar su puntería, y pronto aquello se convirtió en un juego. Levantar las bolsas de nylon era bastante desagradable, pero como tenía guantes largos podía tolerarlo.
Cuando terminó la jornada en el lugar había mucho menos basura. El encargado lo felicitó diciéndole que había trabajado bien, y también lo hizo una muchacha que era voluntaria. En ese momento Néstor pensó que aquello no estaba nada mal, y desparramó una mirada por todo el terreno.
Durante la jornada siguiente trabajó con más ganas. El terreno ya empezaba a verse mucho mejor.
Limpiar el arroyuelo fue bastante engorroso, pero ver como el agua empezaba a fluir con más fuerza era gratificante.
Había llegado la primavera. Con el correr de los días el terreno se fue llenando de brotes verdes. Los restos contaminantes eran cada vez más escasos, y Néstor cada vez se entusiasmaba más. Él había ayudado a que aquella renovación fuera posible. Echaba largas miradas sobre la zona y se sentía bien.
Las primeras plantas en florecer fueron los dientes de león, y comenzaron a aparecer abejas, mariposas, y un día, luego de varias jornadas de lluvia intensa, en el arroyuelo nadaban unos pececitos. Y en aquel terreno hubo otra transformación, pues Néstor se convirtió en un férreo defensor del medio ambiente.
5. CUENTO 1
“¡Nada de caprichos! ¡Nada de caprichos!” era
la única frase que Rosa oía desde que empezó a faltar el dinero en casa, una vez que su papá se quedó sin
trabajo. Y eso que a Rosa nadie le había enseñado a distinguir
qué era un capricho y qué no lo era. Pero tenían tantos problemas, y Rosa
seguía pidiendo tanto aquello que le gustaba, que un día sus papás le dijeron
“Todo
lo que pides son caprichos, Rosa. Eres una caprichosa”.
Aquello
no le gustó nada a la niña,
siempre dispuesta a ayudar, pero sin saber cómo. Y como siempre que no sabía
qué hacer, Rosa salió al jardín. Allí, contemplando los animales, las flores y
la naturaleza, a menudo encontraba buenas ideas.
Ese día se quedó largo rato observando una familia de pajarillos. No tenían pinta de tener dinero, ni un empleo, así que la niña pensó que probablemente aquella pequeña familia tampoco pudiera permitirse ningún capricho. Pero a pesar de ello, no se les veía tristes. Y tampoco parecían estarlo las ardillas o las mariposas. De modo que la niña pensó en pedir únicamente aquellas cosas que viera en los animales: de esa forma dejaría de ser una niña caprichosa, fuera lo que fuera eso, y además estaría feliz.
Ese día se quedó largo rato observando una familia de pajarillos. No tenían pinta de tener dinero, ni un empleo, así que la niña pensó que probablemente aquella pequeña familia tampoco pudiera permitirse ningún capricho. Pero a pesar de ello, no se les veía tristes. Y tampoco parecían estarlo las ardillas o las mariposas. De modo que la niña pensó en pedir únicamente aquellas cosas que viera en los animales: de esa forma dejaría de ser una niña caprichosa, fuera lo que fuera eso, y además estaría feliz.
Así, observando a las hormiguitas recoger comida,
aprendió que comían la comida que encontraban, aunque no fuera la más dulce o
sabrosa, y ella misma decidió aceptar sin protestas lo que cocinara su mamá.
De
los perros y su pelaje, aceptó que había que llevar ropa para abrigarse, pero que no era necesario cambiarla constantemente,
ni utilizar mil adornos diferentes.
De
los pájaros y sus nidos, comprendió que tener una casa cómoda y calentita es
importante, pero que no tiene por qué ser enorme y lujosa, ni estar llena de
cosas.
Y
así observó y aprendió muchísimas cosas de los animales, y de cómo ellos no tenían problema
para distinguir lo que era verdaderamente necesario de lo que era un capricho.
Pero lo que más le gustó de todo lo que aprendió fue que todos los animales
jugueteaban y se divertían. Eso sí, siempre lo hacían con aquello que encontraban
a su alcance, sin tener que usar juguetes especiales o
carísimos.
Desde
entonces, Rosa dejó de pedir todas aquellas cosas que sus amigos los animales
no habían necesitado nunca. Y comprobó que podía ser incluso más feliz
prescindiendo de todo eso. Y no sólo se sintió fenomenal,
sino que nadie más volvió a llamarla “niña caprichosa”.
6. CUENTO 2
Hubo
una vez un pájaro de piedra. Era una criatura bella y mágica que vivía a la
entrada de un precioso bosque entre dos montañas. Aunque era tan pesado que se veía obligado a caminar
sobre el suelo, el pajarillo disfrutaba de sus árboles día tras
día, soñando con poder llegar a volar y saborear aquel tranquilo y bello
paisaje desde las alturas.
Pero
todo aquello desapareció con el gran incendio. Los árboles quedaron reducidos a
troncos y cenizas, y cuantos animales y plantas vivían
allí desaparecieron. El pajarillo de piedra fue el único capaz
de resistir el fuego, pero cuando todo hubo acabado y vio aquel desolador
paisaje, la pena y la tristeza se adueñaron de su espíritu de tal modo que no
pudo dejar de llorar.
Lloró
y lloró durante horas y días, y con tanto sentimiento, que las lágrimas fueron consumiendo su piedra,
y todo él desapareció para quedar convertido en un charquito de agua.
Pero
con la salida del sol, el agua de aquellas lágrimas se evaporó y subió al
cielo, transformando al triste pajarillo de piedra en una pequeña y feliz
nubecita capaz de sobrevolar los árboles.
Desde
entonces la nube pasea por el cielo disfrutando de todos los bosques de la tierra, y recordando lo que aquel incendio
provocó en su querido hogar, acude siempre atenta con su lluvia allá donde
algún árbol esté ardiendo.
7. CUENTO 3
Un
día cualquiera, la clase de don Ernesto transcurría normalmente mientras
explicaba a sus alumnos la historia del hombre. Les contaba que en un principio
los hombres fueron nómadas, que no vivían en un lugar fijo porque
iban de un lado a otro buscando la comida donde estaba, y
cuando se acababa, se marchaban a otro lugar. Les contó cómo el invento de la
agricultura y la ganadería fue algo excepcional, porque al aprender a cuidar la
tierra y los animales, el
hombre pudo tener comida siempre, de mejor calidad, y además
vivir en un sitio fijo, lo que facilitaba que se pudieran hacer muchas otras
cosas que necesitaban mucho tiempo para hacerse, y a raíz de eso se construyeron los
primeros pueblos y ciudades.
Todos
escuchaban como encantados aquella historia, hasta que saltó Lucía:
-
¿Y si aquello fue tan importante y mejoró todo tanto, por qué somos nómadas otra vez,
don Ernesto?
Don
Ernesto se quedó sin decir palabra. Lucía era una niña muy inteligente, conocía
a su casa y a sus padres, y estaba seguro de que no eran nómadas; ¿qué querría
decir?
-
Todos nos hemos vuelto nómadas -siguió Lucía-. El otro día a las afueras de la ciudad
estaban talando los bosques, hace poco vez un pescador me contó
cómo pescaban; y con todos era lo mismo: cuando se acababa un bosque, se iban a
otro, y cuando se acababan los peces en un
sitio, cambiaban de lugar. Eso es lo que hacían los nómadas
¿no?
El
maestro asintió pensativo con la cabeza. Realmente, Lucía tenía razón, y los hombres habíamos terminado por
convertirnos en nómadas a la hora de conseguir muchas cosas.
¡Menudo atraso! en lugar de cuidar la tierra y sus recursos para seguir
obteniéndolos en el futuro, ¡seguimos exprimiéndolos hasta que se acaban, y
luego nos vamos!. El
resto de la tarde estuvieron hablando sobre qué podían hacer para demostrar lo
civilizados que eran...
Al
día siguiente, todos fueron a clase llevando una camiseta verde con un mensaje
que decía "¡Yo no soy un nómada!", y a partir de entonces, se
dedicaron a demostrar a todos que no lo eran; cada vez que sabían que iban a
necesitar algo, se preocupaban por asegurarse de que hubiera sido obtenido con
cuidado y control: si querían madera o papel, se aseguraban de que fuera de árboles
replantados, el pescado lo compraban en piscifactoría,
vigilando que no fueran peces pequeñitos; sólo utilizaban productos de animales
cuidados y alimentados en granjas... y así, desde su pequeña ciudad, aquellos niños consiguieron dejar de
ser nómadas de nuevo, como habían hecho los hombres
prehistóricos hacía miles de años.
8. CUENTO 4
Había
una vez un pequeño planeta muy triste y gris. Sus habitantes no lo habían
cuidado, y aunque tenían todos los inventos y naves espaciales del mundo, habían tirado tantas basuras y suciedad en el campo,
que lo contaminaron todo, y ya no quedaban ni plantas ni animales.
Un
día, caminando por su planeta, un niño encontró una pequeña flor roja
en una cueva. Estaba muy enferma, a punto de morir, así que con
mucho cuidado la recogió con su tierra y empezó a buscar un lugar donde pudiera
cuidarla. Buscó y buscó por todo el planeta, pero estaba tan contaminado que no
podría sobrevivir en ningún lugar. Entonces miró al cielo y vio
la luna, y pensó que aquel sería un buen lugar para cuidar la planta.
Así
que el niño se puso su traje de astronauta, subió a una nave espacial, y huyó
con la planta hasta la luna. Lejos de tanta suciedad, la flor creció con los cuidados del niño,
que la visitaba todos los días. Y tanto y tan bien la cuidó, que poco después
germinaron más flores, y esas flores dieron lugar a otras,
y en poco tiempo la luna entera estaba cubierta de flores.
Por
eso de cuando en cuando, cuando las flores del niño se abren, durante algunos minutos la luna se tiñe de un rojo suave,
y así nos recuerda que si no cuidamos la Tierra, llegará un día en que sólo
haya flores en la luna.
9. CUENTO 5
El
árbol gruñón, aunque era el más grande del bosque y no necesitaba de su sombra
para nada, nunca la compartía con ninguno de los
animales, y no les dejaba sentarse cerca. Un año, el otoño y el
invierno fueron terribles, y el árbol sin sus hojas iba a morir helado. Una
niña, que había ido ese invierno a vivir con
su abuelita, descubrió al árbol tiritando y fue por una gran
bufanda para abrigarle. El espíritu del bosque se le apareció, y le contó por
qué aquel árbol estaba tan sólo y nadie le ayudaba, pero a pesar de todo la
niña decidió abrigarle. La primavera siguiente, el árbol había aprendido de la generosidad de la niña,
y cuando esta se sentó junto a su tronco, le dio la mejor de las sombras. El
espíritu del bosque lo vio y fue a contarlo a todos los animales, que a partir
de aquel año pudieron tener siempre la mejor sombra, porque el árbol aprendió
que con seres generosos y amables el mundo era un lugar mucho mejor para vivir.
10.
LA CASA DE TODOS
En cierta ocasión un grupo de jóvenes
hicieron una excursión al bosque y después de comer, cuando ya se iban a
marchar a casa, cuál no sería su sorpresa, que un pino les dijo:
__ ¿Quién ha tirado esa botella?
__ ¿Quién ha tirado esa botella?
Todos se quedaron asombrados y
callados, y en espera que contestara quien la había arrojado, al no hacerlo, el
pino lo señaló con sus ramas y le dijo:
__ Tú has sido.
Sus amigos lo miraron sorprendidos y
el joven se disculpó diciendo:
__ Sí. Yo he sido, quizás no debí de hacerlo…pero bueno, es una simple botella de plástico.
__ Una simple botella –replicó el pino- que unida a otras botellas, papeles, botes, bolsas y desperdicios, si todos hiciéramos igual, el bosque sería una pocilga.
__ Lleva razón, señor pino –le respondió uno de los jóvenes-. Muchos pocos hacen un mucho.
Cuando, ya de regreso a casa, cruzaron un riachuelo, éste le dijo a los jóvenes:
__ ¿Quién ha arrojado este bote a mis aguas?
__ Sí. Yo he sido, quizás no debí de hacerlo…pero bueno, es una simple botella de plástico.
__ Una simple botella –replicó el pino- que unida a otras botellas, papeles, botes, bolsas y desperdicios, si todos hiciéramos igual, el bosque sería una pocilga.
__ Lleva razón, señor pino –le respondió uno de los jóvenes-. Muchos pocos hacen un mucho.
Cuando, ya de regreso a casa, cruzaron un riachuelo, éste le dijo a los jóvenes:
__ ¿Quién ha arrojado este bote a mis aguas?
Todos callaron de nuevo, pero en
seguida uno de ellos dijo:
__ El domingo pasado yo arrojé un bote de refresco. No debí de hacerlo, desde luego, pero…
Y el río murmuró:
__ El domingo pasado yo arrojé un bote de refresco. No debí de hacerlo, desde luego, pero…
Y el río murmuró:
__ Si todos hicieran igual, yo sería un
lodazal.
Siguieron caminando se regreso a casa y al pasar cerca del mar éste les dijo:
Siguieron caminando se regreso a casa y al pasar cerca del mar éste les dijo:
__ ¿Quién ha enterrado en la playa estas
mondaduras de naranja y esta bolsa de plástico?
Nadie contestó, pero como insistiera
preguntando el mar, uno de ellos dijo:
__ Yo lo he hecho alguna vez.
__ Yo enterré una vez en la arena –dijo otro-
las peladuras de un melocotón.
__ Peladuras de naranja, melocotón, bolsas de
plástico –replicó el mar- si todos hicierais igual, la playa sería un basurero.
Finalmente, cuando llegaron a la
ciudad, al pasar por la Plaza Mayor, dijo un gorrión que estaba en la rama de
un arbusto:
__ ¿Quién ha arrojado ese papel al suelo?
__ ¿Ése? – preguntó un joven-, pero si es un
papel muy pequeño.
__ Da igual –replicó el gorrión- quien arroja
un papel pequeño es capaz de arrojar otro mayor.
Escuchó la conversación un gato que andaba por allí y le dijo a los jóvenes:
Escuchó la conversación un gato que andaba por allí y le dijo a los jóvenes:
__ El mundo es la gran casa de todos. La sala
de estar son las ciudades; el jardín de la casa son las selvas y los
bosques y el baño son los ríos y el mar. Si cada uno de nosotros cuidamos el
lugar donde estamos, todo el mundo estará limpio y será un lugar agradable para
vivir.
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