sábado, 31 de mayo de 2014

MIS CUENTOS ECOLOGICOS (MODELOS)

CUENTOS ECOLOGICOS

1.    MADRE NATURALEZA
 Madre naturaleza vivía feliz, se despertaba y el sol resplandecía, el aire acariciaba toda clase de plantas, el ciclo de la germinación se iniciaba con la ayuda del aire y algunos animales, las aves se posaban sobre los árboles y fabricaban sus nidos.
Ella también tocaba las nubes y producía la lluvia, los ríos seguían su cauce, la hierba en los campos reverdecía, los cultivos daban su fruto, todo era armonía, todo seguía su curso normal.
Hasta que un día el desbastador apareció con su deseo de colonizar y poblar la tierra, con su afán de conseguir riquezas. Y empezó una ardua labor de destrucción; taló los arboles cerca a los ríos, contaminó las aguas con sus basuras, descubrió el petróleo y en su lucha de poder por las riquezas del oro negro, lo vertió en las aguas sin piedad. Tanto daño sobre esta pobre madre, traería fatales consecuencias.
Y una mañana el panorama era desolador, el señor tiempo apareció cambiante, unos años fueron de muchas lluvias; durante estos meses, los ríos crecieron y se salieron de sus cauces, las inundaciones no se hicieron esperar, los cultivos se dañaron, los animales morían de frío. Luego apareció la sequía, los ríos parecían hilos de agua, escaseaba este líquido, la tierra se estaba volviendo estéril, los peces, las plantas, los animales se estaban muriendo y los humanos empezaron a padecer de extrañas enfermedades en la piel a causa del calentamiento global. Se había desencadenado una guerra por el agua, todo parecía un extenso desierto, donde reinaban las tierras áridas.
2.    LA MAGIA DEL AGUA
La magia del agua es maravillosa.
Puedes encontrarla casi en cualquier cosa.
Es calma en el lago y activa en el mar.
Marrón en el río, blanca en el glaciar.
Cae desde el cielo en forma de gotas
y para esos días me pongo mis botas.
Puede estar muy dura si está congelada o
ser la más rica si hago limonada.
Se aloja en las nubes, vive en nuestro cuerpo
y hasta en la heladera, en forma de hielo.
Cae de la ducha o como granizo.
En forma de charco, la veo en el piso.
Su magia despliega de un modo increíble.
Sin ella la vida sería imposible.
Y para que alcance por y para siempre,
hagamos de ella un uso prudente.
Cada gota de agua, gorda o pequeñita
contiene esa magia inmensa, infinita.
Fin
3.    VAYACALOR
En el país de Vayacalor siempre, siempre, lucía el sol.
Los habitantes de este pequeño país sólo conocían la lluvia y el frío por lo que contaban en la televisión y por los viajes que algunos hacían al vecino país de Menuda lluvia… y estaban hartos de sol, hartos de calor, hartos de que el tiempo no cambiara nunca.
En el país de Menudalluvia, en cambio, el cielo siempre era gris y llovía a diario: antes de desayunar, entre el almuerzo y la comida, después de la merienda y a la hora de cenar. Los habitantes de este país sólo conocían el sol por lo que contaban en la televisión y por los viajes que algunos hacían al vecino país de Vayacalor… y estaban hartos de nubes, hartos de lluvia, hartos de que el tiempo no cambiara nunca.
Cierto día los habitantes de Vayacalor decidieron reunirse para buscar una solución al asunto del clima y, durante varios días, estuvieron pensando sin parar. Cuando ya estaban a punto de rendirse, a alguien se le ocurrió proponer a los habitantes de Menudalluvia un cambio de países. A otro alguien le pareció una idea genial y se lo contó a alguien más.
Y de alguien en alguien, la idea corrió por todo el país, cruzó la frontera y llegó al país de Menudalluvia donde sus habitantes también estaban reunidos buscando una solución al asunto del clima. A todos les parecía una idea tan fantástica enseguida se pusieron de acuerdo y, sin más, decidieron intercambiarse los países. Así que, en un pispas, los habitantes de Vayacalor se mudaron a Menudalluvia y los de Menudalluvia se fueron a Vayacalor y todos tan contentos.
Pero ocurrió que, pasado un tiempo, los antiguos habitantes de Menudalluvia estaban hartos del sol y los antiguos habitantes de Vayacalor estaban hartos de la lluvia… y todo comenzó de nuevo: se hizo otra reunión, se tuvo la misma idea y, en pocos días, se habían vuelto a mudar todos otra vez… Y así estuvieron durante un tiempo yendo de un país al otro, y del otro al uno, sin estar nunca contentos del todo.
Entonces, otro cierto día, se le ocurrió a alguien -un alguien pequeñito porque estas cosas, no sé por qué, siempre se le ocurren a alguien pequeñito- que quizás, tal vez, posiblemente, lo mejor sería que los habitantes de Vayacalor hablaran con el sol y le pidieran que, durante unos meses al año, se fuera de vacaciones a Menudalluvia y que los habitantes de Menudalluvia hablaran con la lluvia y le pidieran que, durante unos meses, se fuera de vacaciones a Vayacalor.
Y ese mismo alguien pequeñito de Vayacalor fue a hablar con el sol.
Y otro alguien pequeñito de Menudalluvia fue a hablar con la lluvia. Y tanto el sol como la lluvia se mostraron, más que encantados, encantadísimos porque ellos también se aburrían de ver todo el año las mismas caras y las mismas casas.
Desde entonces los habitantes de Vayacalor y Menudalluvia no han vuelto a quejarse. El único problema era que, con tanto cambio, ya no estaban seguros de en qué país vivían… pero esa historia mejor la dejamos para otro cuento.
Fin

4.    DEFENDIENDO EL MEDIO AMBIENTE
 Un arroyuelo corría por una zanja llena de basura. De un lado y del otro de la zanja habían  terrenos baldíos, y más allá de éstos, los fondos de unas casas. Tenía aquel lugar más de una cuadra de largo. Algunas malezas resistentes crecían entre la basura, y el agua del arroyuelo corría turbia y lentamente debido a las inmundicias que la obstruían. 
Néstor tenía que cumplir su servicio a la comunidad limpiando aquel lugar. Él no era mala persona, pero se había juntado con gente que si lo era, y ahora debía cumplir su condena, y ésta era limpiar aquel lugar junto a otros condenados y voluntarios.
Ya en el terreno, el encargado del grupo les indicó algunas cosas mientras les repartían a todos una pica y varias bolsas:

- Bolsas de nylon, botellas plásticas y todo lo que sea de plástico lo colocan en una misma bolsa. Las latas van en otra, así como los papeles. ¿Entendieron? Listo, a trabajar muchachos.

Y empezaron la ardua tarea de limpiar el lugar. Néstor estaba enojado “Tener que limpiar toda esta inmundicia…”, pensaba, mas al rato se resignó. Pinchar objetos con la pica era bastante entretenido. Empezó a afinar su puntería, y pronto aquello se convirtió en un juego. Levantar las bolsas de nylon era bastante desagradable, pero como tenía guantes largos podía tolerarlo.
Cuando terminó la jornada en el lugar había mucho menos basura. El encargado lo felicitó diciéndole que había trabajado bien, y también lo hizo una muchacha que era voluntaria. En ese momento Néstor pensó que aquello no estaba nada mal, y desparramó una mirada por todo el terreno.
Durante la jornada siguiente trabajó con más ganas. El terreno ya empezaba a verse mucho mejor.
Limpiar el arroyuelo fue bastante engorroso, pero ver como el agua empezaba a fluir con más fuerza era gratificante.
Había llegado la primavera. Con el correr de los días el terreno se fue llenando de brotes verdes. Los restos contaminantes eran cada vez más escasos, y Néstor cada vez se entusiasmaba más. Él había ayudado a que aquella renovación fuera posible. Echaba largas miradas sobre la zona y se sentía bien.
Las primeras plantas en florecer fueron los dientes de león, y comenzaron a aparecer abejas, mariposas, y un día, luego de varias jornadas de lluvia intensa, en el arroyuelo nadaban unos pececitos.  Y en aquel terreno hubo otra transformación, pues Néstor se convirtió en un férreo defensor del medio ambiente.


5.    CUENTO 1

 “¡Nada de caprichos! ¡Nada de caprichos!” era la única frase que Rosa oía desde que empezó a faltar el dinero en casa, una vez que su papá se quedó sin trabajo. Y eso que a Rosa nadie le había enseñado a distinguir qué era un capricho y qué no lo era. Pero tenían tantos problemas, y Rosa seguía pidiendo tanto aquello que le gustaba, que un día sus papás le dijeron
“Todo lo que pides son caprichos, Rosa. Eres una caprichosa”.
Aquello no le gustó nada a la niña, siempre dispuesta a ayudar, pero sin saber cómo. Y como siempre que no sabía qué hacer, Rosa salió al jardín. Allí, contemplando los animales, las flores y la naturaleza, a menudo encontraba buenas ideas.
Ese día se quedó largo rato observando una familia de pajarillos. No tenían pinta de tener dinero, ni un empleo, así que la niña pensó que probablemente aquella pequeña familia tampoco pudiera permitirse ningún capricho. Pero a pesar de ello, no se les veía tristes. Y tampoco parecían estarlo las ardillas o las mariposas. De modo que la niña pensó en pedir únicamente aquellas cosas que viera en los animales: de esa forma dejaría de ser una niña caprichosa, fuera lo que fuera eso, y además estaría feliz.
Así, observando a las hormiguitas recoger comida, aprendió que comían la comida que encontraban, aunque no fuera la más dulce o sabrosa, y ella misma decidió aceptar sin protestas lo que cocinara su mamá.
De los perros y su pelaje, aceptó que había que llevar ropa para abrigarse, pero que no era necesario cambiarla constantemente, ni utilizar mil adornos diferentes.
De los pájaros y sus nidos, comprendió que tener una casa cómoda y calentita es importante, pero que no tiene por qué ser enorme y lujosa, ni estar llena de cosas.
Y así observó y aprendió muchísimas cosas de los animales, y de cómo ellos no tenían problema para distinguir lo que era verdaderamente necesario de lo que era un capricho. Pero lo que más le gustó de todo lo que aprendió fue que todos los animales jugueteaban y se divertían. Eso sí, siempre lo hacían con aquello que encontraban a su alcance, sin tener que usar juguetes especiales o carísimos.
Desde entonces, Rosa dejó de pedir todas aquellas cosas que sus amigos los animales no habían necesitado nunca. Y comprobó que podía ser incluso más feliz prescindiendo de todo eso. Y no sólo se sintió fenomenal, sino que nadie más volvió a llamarla “niña caprichosa”.

6.    CUENTO 2

Hubo una vez un pájaro de piedra. Era una criatura bella y mágica que vivía a la entrada de un precioso bosque entre dos montañas. Aunque era tan pesado que se veía obligado a caminar sobre el suelo, el pajarillo disfrutaba de sus árboles día tras día, soñando con poder llegar a volar y saborear aquel tranquilo y bello paisaje desde las alturas.
Pero todo aquello desapareció con el gran incendio. Los árboles quedaron reducidos a troncos y cenizas, y cuantos animales y plantas vivían allí desaparecieron. El pajarillo de piedra fue el único capaz de resistir el fuego, pero cuando todo hubo acabado y vio aquel desolador paisaje, la pena y la tristeza se adueñaron de su espíritu de tal modo que no pudo dejar de llorar.
Lloró y lloró durante horas y días, y con tanto sentimiento, que las lágrimas fueron consumiendo su piedra, y todo él desapareció para quedar convertido en un charquito de agua.
Pero con la salida del sol, el agua de aquellas lágrimas se evaporó y subió al cielo, transformando al triste pajarillo de piedra en una pequeña y feliz nubecita capaz de sobrevolar los árboles.
Desde entonces la nube pasea por el cielo disfrutando de todos los bosques de la tierra, y recordando lo que aquel incendio provocó en su querido hogar, acude siempre atenta con su lluvia allá donde algún árbol esté ardiendo.

7.    CUENTO 3

Un día cualquiera, la clase de don Ernesto transcurría normalmente mientras explicaba a sus alumnos la historia del hombre. Les contaba que en un principio los hombres fueron nómadas, que no vivían en un lugar fijo porque iban de un lado a otro buscando la comida donde estaba, y cuando se acababa, se marchaban a otro lugar. Les contó cómo el invento de la agricultura y la ganadería fue algo excepcional, porque al aprender a cuidar la tierra y los animales, el hombre pudo tener comida siempre, de mejor calidad, y además vivir en un sitio fijo, lo que facilitaba que se pudieran hacer muchas otras cosas que necesitaban mucho tiempo para hacerse, y a raíz de eso se construyeron los primeros pueblos y ciudades.
Todos escuchaban como encantados aquella historia, hasta que saltó Lucía:
- ¿Y si aquello fue tan importante y mejoró todo tanto, por qué somos nómadas otra vez, don Ernesto?
Don Ernesto se quedó sin decir palabra. Lucía era una niña muy inteligente, conocía a su casa y a sus padres, y estaba seguro de que no eran nómadas; ¿qué querría decir?
- Todos nos hemos vuelto nómadas -siguió Lucía-. El otro día a las afueras de la ciudad estaban talando los bosques, hace poco vez un pescador me contó cómo pescaban; y con todos era lo mismo: cuando se acababa un bosque, se iban a otro, y cuando se acababan los peces en un sitio, cambiaban de lugar. Eso es lo que hacían los nómadas ¿no?
El maestro asintió pensativo con la cabeza. Realmente, Lucía tenía razón, y los hombres habíamos terminado por convertirnos en nómadas a la hora de conseguir muchas cosas. ¡Menudo atraso! en lugar de cuidar la tierra y sus recursos para seguir obteniéndolos en el futuro, ¡seguimos exprimiéndolos hasta que se acaban, y luego nos vamos!. El resto de la tarde estuvieron hablando sobre qué podían hacer para demostrar lo civilizados que eran...
Al día siguiente, todos fueron a clase llevando una camiseta verde con un mensaje que decía "¡Yo no soy un nómada!", y a partir de entonces, se dedicaron a demostrar a todos que no lo eran; cada vez que sabían que iban a necesitar algo, se preocupaban por asegurarse de que hubiera sido obtenido con cuidado y control: si querían madera o papel, se aseguraban de que fuera de árboles replantados, el pescado lo compraban en piscifactoría, vigilando que no fueran peces pequeñitos; sólo utilizaban productos de animales cuidados y alimentados en granjas... y así, desde su pequeña ciudad, aquellos niños consiguieron dejar de ser nómadas de nuevo, como habían hecho los hombres prehistóricos hacía miles de años.

8.    CUENTO 4

Había una vez un pequeño planeta muy triste y gris. Sus habitantes no lo habían cuidado, y aunque tenían todos los inventos y naves espaciales del mundo, habían tirado tantas basuras y suciedad en el campo, que lo contaminaron todo, y ya no quedaban ni plantas ni animales.
Un día, caminando por su planeta, un niño encontró una pequeña flor roja en una cueva. Estaba muy enferma, a punto de morir, así que con mucho cuidado la recogió con su tierra y empezó a buscar un lugar donde pudiera cuidarla. Buscó y buscó por todo el planeta, pero estaba tan contaminado que no podría sobrevivir en ningún lugar. Entonces miró al cielo y vio la luna, y pensó que aquel sería un buen lugar para cuidar la planta.
Así que el niño se puso su traje de astronauta, subió a una nave espacial, y huyó con la planta hasta la luna. Lejos de tanta suciedad, la flor creció con los cuidados del niño, que la visitaba todos los días. Y tanto y tan bien la cuidó, que poco después germinaron más flores, y esas flores dieron lugar a otras, y en poco tiempo la luna entera estaba cubierta de flores.
Por eso de cuando en cuando, cuando las flores del niño se abren, durante algunos minutos la luna se tiñe de un rojo suave, y así nos recuerda que si no cuidamos la Tierra, llegará un día en que sólo haya flores en la luna.

9.    CUENTO 5

El árbol gruñón, aunque era el más grande del bosque y no necesitaba de su sombra para nada, nunca la compartía con ninguno de los animales, y no les dejaba sentarse cerca. Un año, el otoño y el invierno fueron terribles, y el árbol sin sus hojas iba a morir helado. Una niña, que había ido ese invierno a vivir con su abuelita, descubrió al árbol tiritando y fue por una gran bufanda para abrigarle. El espíritu del bosque se le apareció, y le contó por qué aquel árbol estaba tan sólo y nadie le ayudaba, pero a pesar de todo la niña decidió abrigarle. La primavera siguiente, el árbol había aprendido de la generosidad de la niña, y cuando esta se sentó junto a su tronco, le dio la mejor de las sombras. El espíritu del bosque lo vio y fue a contarlo a todos los animales, que a partir de aquel año pudieron tener siempre la mejor sombra, porque el árbol aprendió que con seres generosos y amables el mundo era un lugar mucho mejor para vivir.

10. LA CASA DE TODOS
 La casa de todos. Escritor de cuentos infantiles de España. Cuento ecológico o de la naturaleza.
   En cierta ocasión un grupo de jóvenes hicieron una excursión al bosque y después de comer, cuando ya se iban a marchar a casa, cuál no sería su sorpresa, que un pino les dijo:
__  ¿Quién ha tirado esa botella?
   Todos se quedaron asombrados y callados, y en espera que contestara quien la había arrojado, al no hacerlo, el pino lo señaló con sus ramas y le dijo:
__  Tú has sido.
   Sus amigos lo miraron sorprendidos y el joven se disculpó diciendo:
__  Sí. Yo he sido, quizás no debí de hacerlo…pero bueno, es una simple botella de plástico.
__  Una simple botella –replicó el pino- que unida a otras botellas, papeles, botes, bolsas y desperdicios, si todos hiciéramos igual, el bosque sería una pocilga.
__  Lleva razón, señor pino –le respondió uno de los jóvenes-. Muchos pocos hacen un mucho.
   Cuando, ya de regreso a casa, cruzaron un riachuelo, éste le dijo a los jóvenes:
__  ¿Quién ha arrojado este bote a mis aguas?
   Todos callaron de nuevo, pero en seguida uno de ellos dijo:
__  El domingo pasado yo arrojé un bote de refresco. No debí de hacerlo, desde luego, pero…
   Y el río murmuró:
__  Si todos hicieran igual, yo sería un lodazal.
   Siguieron caminando se regreso a casa y al pasar cerca del mar éste les dijo:
__  ¿Quién ha enterrado en la playa estas mondaduras de naranja y esta bolsa de plástico?
   Nadie contestó, pero como insistiera preguntando el mar, uno de ellos dijo:
__  Yo lo he hecho alguna vez.
__  Yo enterré una vez en la arena –dijo otro- las peladuras de un melocotón.
__  Peladuras de naranja, melocotón, bolsas de plástico –replicó el mar- si todos hicierais igual, la playa sería un basurero.
   Finalmente, cuando llegaron a la ciudad, al pasar por la Plaza Mayor, dijo un gorrión que estaba en la rama de un arbusto:
__  ¿Quién ha arrojado ese papel al suelo?
__  ¿Ése? – preguntó un joven-, pero si es un papel muy pequeño.
__  Da igual –replicó el gorrión- quien arroja un papel pequeño es capaz de arrojar otro mayor.
   Escuchó la conversación un gato que andaba por allí y le dijo a los jóvenes:

__  El mundo es la gran casa de todos. La sala de estar son las ciudades; el jardín de la casa  son las selvas y los bosques y el baño son los ríos y el mar. Si cada uno de nosotros cuidamos el lugar donde estamos, todo el mundo estará limpio y será un lugar agradable para vivir.

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